La práctica del Tai Chi se ha considerado siempre muy positiva para reducir el estrés y mejorar la movilidad general, pero también tiene un impacto importante en aspectos como el ejercicio de la memoria, la concentración y el equilibrio.
En este escenario, el Club de Mama del Consorcio Hospital General Universitario de Valencia ha puesto en marcha un ciclo de clases de Tai Chi dirigidas a pacientes y familiares, buscando aprovechar las posibilidades que brinda esta disciplina para abordar una situación tan estresante como una enfermedad.
Según Ricardo Rubio, médico y psicoanalista en la Unidad Funcional de Mama del General de Valencia, "el Tai Chi presenta beneficios a nivel corporal y psíquico".
En el primer ámbito, ha apuntado, "antes de empezar la forma (la serie de ejercicios), existe un trabajo previo de elasticidad que permite detectar los focos tensionales del cuerpo y relajarlos. Además, es un tipo de trabajo físico que fortalece sobre todo las piernas y además, redunda en una mejora del equilibrio".
En el aspecto psíquico, ha señalado Rubio, el Tai Chi presenta dos elementos claves: el aprendizaje a través de la repetición y el trabajo en equipo. "Las repeticiones son el aprendizaje del cerebro y como esta actividad se basa en la repetición de ejercicios, se produce una estimulación a nivel neuronal. Además, como se hacen en el contexto de un trabajo de grupo, también se produce mayor estímulo cerebral". En este sentido la propia integración dentro de un colectivo que comparte una patología, supone ya un plus positivo para los pacientes. "Por mi experiencia con el Club de Mama del General, he comprobado que tener un lugar para compartir les ha permitido a muchas salir de estados depresivos".
Respecto a las patologías que pueden beneficiarse, Rubio ha apuntado que "todas aquellas enfermedades que produzcan una posible depresión psíquica por el proceso mismo, las que presenten tratamientos muy agresivos o se cronifiquen".
La práctica del Tai Chi también puede tener un impacto muy positivo para los familiares. "Muchas veces he comprobado que el familiar está más angustiado que el paciente. Ello es así porque el segundo, aunque se enfrenta a una enfermedad, está diagnosticado, tratado y siente que está rodeado por un equipo médico que está haciendo lo mejor, lo cual le ayuda a asumir la situación. Sin embargo, el familiar es alguien que está alrededor como observador y muchas veces no sabe qué actitud tomar. De hecho, me he encontrado con muchas mujeres que me piden que trate a sus maridos porque están peor que ellas", ha señalado.
Participar en las clases "les permite vivir más de cerca la situación y asumir que están colaborando y ayudando en el proceso, eso les resulta muy positivo y les quita mucha angustia".
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