lunes, 15 de abril de 2019

Antioxidantes, ¿mito o realidad?. Cosas que no te han contado de ellos.

Todos hemos oído hablar de los radicales libres, de lo perjudiciales que son para nuestra salud y de que es bueno tomar antioxidantes para combatirlos, pero ¿realmente sabemos lo que son?, y ¿son realmente tan malos los radicales libres y tan buenos los antioxidantes?.

Una molécula es estable cuando las cargas positivas o protones, están equilibradas con las negativas o electrones y no presenta electrones desapareados en sus órbitas. Sin embargo, ante determinadas circunstancias, una molécula puede perder algún electrón, con lo que esa molécula queda muy inestable al no estar compensadas las cargas de uno y otro signo. A esta especie química altamente reactiva, se la considera un radical libre. Esa inestabilidad le hace tener una vida muy corta y busca y alcanza su estabilidad robándole ese electrón que le falta a otra molécula, provocando una nueva alteración y apareciendo un nuevo radical, con lo que se desencadena una reacción en cadena alterando de esta forma a las proteínas y lípidos de las membranas de las células oxidándolos o dañando el material genético, el ADN.

Desde el momento en que empezamos a respirar, una función vital, el oxígeno actúa también de forma perjudicial sobre nuestro organismo, ya que genera radicales libres en el interior de las células y nos oxida, como ocurriría cuando un metal queda expuesto a la intemperie sin protección. Son numerosas las situaciones que pueden provocar que se generen estos radicales libres, pero las más conocidas son el estrés, tabaquismo, contaminación ambiental, radiaciones solares, dietas ricas en grasas saturadas, empleo de grasas vegetales refinadas, infecciones víricas y bacterianas, ejercicio físico intenso, etc.

El envejecimiento que sufrimos, es consecuencia de la presencia de radicales libres, pero también numerosas patologías como enfermedades cardiovasculares, arteriosclerosis, Parkinson, Alzheimer, problemas de fertilidad, hepatitis, hipertensión, lupus o cánceres como los de boca, faringe y esófago.

Sin embargo, en ciertas circunstancias como son las infecciones víricas y bacterianas, la generación de radicales libres por parte de nuestro sistema inmunitario tiene una finalidad distinta, ya que contribuyen a la eliminación y destrucción de estos gérmenes de nuestro organismo con lo que en estas situaciones juegan un papel beneficioso. Pero como siempre debe haber un control, y si se producen en exceso, pueden resultar dañinos para nuestro organismo.

Como una de las principales consecuencias que producen los radicales, es el deterioro de nuestras células mediante procesos de oxidación, las moléculas que neutralizan a estos radicales, se denominan genéricamente como antioxidantes. Los antioxidantes son capaces de ceder a un radical ese electrón que le falta, con lo que se estabiliza y deja de existir ese radical, deteniéndose toda la espiral de destrucción en cascada que el radical había provocado.

Estos antioxidantes se encuentran presentes en numerosos alimentos como las frutas, las verduras, las hortalizas, el cacao o el té verde, ya que poseen vitaminas como la C o E o betacarotenos, así como otras moléculas como el resveratrol, licopeno, galato de epigalocatequina, luteína o zeaxantina.

También nuestro organismo dispone de sistemas de defensa antioxidantes. Entre estas sustancias están la catalasa, superóxidodismutasa, glutatión, proteínas plasmáticas como la ferritina, transferrina, ceruloplasmina y albumina, melatonina, estrógenos y un largo etcétera. Muchas de estas moléculas, especialmente las enzimas necesitan para su correcto funcionamiento que estén presentes ciertos minerales que actúan como cofactores y a los que se les reconoce capacidad por tanto antioxidante, como el selenio, cobre, magnesio, o zinc.

En ciertos momentos, a veces no son suficientes todos estos antioxidantes que se encuentran en nuestro organismo y que aportamos con los alimentos, pudiendo desarrollarse numerosas enfermedades o agravándose otras ya existentes, por lo que es necesario aportarlos en forma de suplementos.

Han demostrado ser eficaces para retrasar el envejecimiento y prolongar la vida, en la prevención del daño cerebral ocasionado por la intoxicación por plomo en mujeres gestantes, en la prevención de cánceres como el de piel, en la reducción el dolor en la pancreatitis, mantienen sanas las arterias disminuyendo el riesgo cardiovascular y un largo etcétera de enfermedades.

Pero como en todos los aspectos de nuestra vida, la virtud está siempre en el término medio, o como ya dijo Paracelso en la Edad Media, “la dosis hace de una sustancia que ésta se comporte como un alimento, un medicamento o un veneno” y es que estas moléculas tan dañinas y tan temidas que son los radicales libres, pueden ser en determinadas circunstancias necesarias para nuestro organismo. La hipótesis, ya la lanzó en 2013, el científico y premio nobel James Watson que se mostraba crítico y nos prevenía de la moda de emplear antioxidantes en ciertas patologías como el cáncer ya que pueden ser los responsables de que muchas terapias oncológicas fracasen. Cuando la multiplicación celular se descontrola, como en el caso del cáncer, los radicales libres harían una buena labor induciendo la muerte de las células tumorales, lo que impediría su proliferación.

Watson, llegó a afirmar que los suplementos nutricionales antioxidantes pueden causar más cánceres de los que previenen debido a su interacción con las sustancias oxidantes que facilitan la muerte celular. De hecho, la mayoría de los agentes utilizados para destruir células cancerígenas (radiaciones ionizantes, muchos agentes quimioterápicos y algunas terapias dirigidas a dianas moleculares) actúan directa o indirectamente generado especies reactivas de oxígeno que bloquean etapas clave del ciclo celular deteniéndose así el proceso de expansión celular.

Todo empezó cuando se publicaron las conclusiones de dos estudios llevados a cabo en los noventa entre fumadores, que encontraron que la administración de suplementos de betacaroteno parecía acelerar la progresión de los tumores de pulmón y no se hallaron evidencias de su efecto protector frente a otros cánceres.

Con posterioridad se ha ido comprobando con nuevos estudios que esta hipótesis tiene cada vez mayor solidez, y por ejemplo sabemos que los antioxidantes presentes en fármacos antidiabéticos aumentan el riesgo de metástasis, que en caso de cáncer de pulmón pueden acelerar su crecimiento o como en tumores sólidos, como el melanoma aumenta también el riesgo de metástasis ya que las células del sistema inmunológico usa radicales libres para matarlas antes de que se establezcan. Además, las células tumorales que logran extender los tumores tienen mutaciones que las hacen resistentes al estrés oxidativo. Por todo ello se ha planteado en oncología la posibilidad de emplear sustancias pro-oxidantes para aumentar el estrés oxidativo y prevenir las metástasis.

Para añadir aún más incertidumbre y confusión, uno de los mayores estudios que se realizó para estudiar el efecto de los antioxidantes realizado en Francia con 12.741 voluntarios y conocido como Su.Vi.Max demostró que el efecto protector frente al cáncer del antioxidante suministrado (vitaminas C, E, betacaroteno, selenio y zinc) solo se presentaba en varones y no en mujeres.

Como conclusión, decir que los antioxidantes son útiles y necesarios ya que intervienen en numerosos procesos metabólicos y su falta puede provocar numerosas enfermedades, pero para mantener un equilibrio, lo mejor es llevar una dieta adecuada con predominio de frutas, verduras y hortalizas como la dieta mediterránea, ya que de esta forma se mantienen niveles estables y óptimos de éstos en sangre ayudando a mantener una adecuada homeostasis con una adecuada concentración de radicales libres, para ello.

Para obtener la mayor cantidad de antioxidantes consuma una dieta que incluya una buena mezcla de frutas y verduras de colores vivos, además de otros alimentos ricos en antioxidantes:
  • Vitamina A y betacarotenos (provitamina A): se encuentra en frutas de color rojo, naranja y amarillo como la zanahoria o la calabaza,  brócoli, espinacas y hortalizas de hoja verde. En mayor cantidad la encontramos en leche, hígado, mantequilla y huevos, pero poseen además numerosas grasas saturadas.
  • Vitamina C: se encuentra en la mayoría de frutas y vegetales especialmente en papaya, fresas, frambuesas, moras, arándanos, naranjas, melón, sandía, kiwi, pimentón, pimientos rojos y verdes, coles de Bruselas, coliflor y col rizada.
  • Vitamina E: se encuentra en aceites vegetales, especialmente el de germen de trigo, frutos secos, semillas, hortalizas de hoja verde como las espinacas y el brócoli.
  • Luteína: se encuentra en la yema del huevo, maíz, mostaza, manzana, pera, aguacates, algas, espinacas, acelgas y guisantes.
  • Licopeno: se encuentra en las frutas y verduras de color rosa (rosado) y rojo, tales como los pimientos, sandía, albaricoques, papaya y especialmente en el tomate.
  • Selenio: se encuentra en cereales (maíz, trigo y arroz), frutos secos, leguminosas, productos de origen animal (pescado, pavo, pollo, mariscos, carnes rojas, huevos y queso), pan y pasta.
  • Resveratrol: lo encontramos sobre todo en las uvas y vino, pero también en el chocolate, moras y nueces.

No todos los antioxidantes sirven o han demostrado eficacia para cada problema, por lo que si cree que podría necesitar un aporte extra, o padece alguna enfermedad, lo mejor es que se ponga en contacto con el profesional de la salud de su confianza que le podrá decir si los precisa, cual y en qué dosis debe tomarlo.

lunes, 8 de abril de 2019

La levadura roja de arroz, útil también cuando el colesterol sube por tomar antipsicóticos

Los antipsicóticos son un grupo de medicamentos que se emplean principalmente para tratar la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Sin embargo, los más novedosos conocidos como antipsicóticos de segunda generación, tienen entre otros efectos secundarios provocar también un impacto negativo en los factores de riesgo del síndrome metabólico por sus efectos en el peso corporal y en parámetros metabólicos como el colesterol, aumentando sus niveles.

Por esta razón, investigadores de la Universidad de Messina (Italia), valoraron la posibilidad de que esta circunstancia se pudiera tratar con la levadura roja de arroz, que ya ha bía demostrado reducir el colesterol en otros grupos de población, por lo que realizaron un ensayo clínico para poder valorar dicha hipótesis.

El resultado fue que al cabo de un mes, se redujo el colesterol total y el LDL en un 11% (el llamado "colesterol malo"), con tan solo un mes de tratamiento, mejorando así el riesgo cardiovascular de los pacientes sometidos a tratamiento con estos psicofármacos.