lunes, 8 de junio de 2009

Anemia




¿Qué es una anemia?

La anemia es aquella situación, en la que la cantidad de hemoglobina se encuentra por debajo de lo normal para la edad y sexo de cada paciente. Se suele acompañar también de una disminución del número de glóbulos rojos, así como de otras alteraciones analíticas, aunque éstas pueden no estar siempre presentes. La hemoglobina es una molécula que se encuentra dentro del glóbulo rojo o hematíe y se encarga de transportar el oxígeno captado en los pulmones hasta las células de nuestro cuerpo que lo necesitan. Por tanto, en una anemia se producirá ante todo una disminución de la capacidad de transporte de oxígeno por parte de la sangre.

¿A qué se deben las anemias?

Las anemias, pueden deberse a tres causas principales:

  • Pérdida excesiva de sangre: Son las hemorragias, que pueden ser agudas en cuyo caso es evidente o crónicas con pérdidas mínimas de sangre pero continuas, como ocurre en las úlceras de estómago, las hemorroides o la menstruación.
  • Destrucción excesiva de glóbulos rojos: Nuestro organismo está en constante renovación. Los glóbulos rojos, nacen en la médula ósea y se destruyen en el bazo. Una excesiva destrucción de éstos, puede conducirnos a una anemia.
  • Producción insuficiente de glóbulos rojos: Por lo general la capacidad de crear nuevos glóbulos rojos, se ve limitada cuando se produce un déficit nutricional, y faltan sustancias tales como el hierro, el ácido fólico o la vitamina B12, entre otros.
    - La anemia por falta de hierro es la más frecuente, pudiendo deberse a su vez a una falta de aporte, menor absorción por falta de secreción gástrica, pérdida de sangre e hierro (por ejemplo menstruaciones más abundantes), o aumento de las necesidades como ocurre en niños, adolescentes, mayores o mujeres embarazadas. La mejor forma de diagnosticarla, es analizando la ferritina (proteína que almacena el hierro) en sangre.
    - La deficiencia de ácido fólico es la falta vitamínica más frecuente en el mundo. Es frecuente en diarreas crónicas, celíacos, embarazadas, alcohólicos o cuando se está en tratamiento con quimioterápicos, antiepilépticos o anticonceptivos orales por ejemplo. En los análisis sanguíneos, aparecen unos glóbulos rojos grandes, así como unos niveles bajos de ácido fólico.
    - La anemia por falta de vitamina B12 se produce sobre todo en situaciones de déficit de secreción gástrica (necesaria para que se absorba la vitamina B12) o falta de aporte como ocurre con los vegetarianos (que también tienen disminuido el aporte de hierro). En las analíticas se detecta bien si aparecen hematíes más grandes de lo normal o cuando se determinan directamente los niveles de vitamina B12 y se observa que están disminuidos.

¿Qué síntomas puede dar una anemia?

Si la anemia es aguda de instauración brusca y de importante cantidad puede incluso aparecer un shock, con taquicardia intensa, pérdida de pulso e hipotensión, aunque esta situación no suele ser la más frecuente. El síntoma más común es la aparición de cansancio junto con palidez de la piel y de las mucosas, pero también se pueden dar otros síntomas como taquicardias, vértigos, cefaleas, mareos, somnolencia, cierta anorexia, sensación nauseosa, disminución del apetito sexual, falta de regla en la mujer, fragilidad de cabello y uñas, etc.

¿Cómo tratar la anemia?

El tratamiento, debe ir enfocado a corregir la causa que produce la anemia y a aportar aquella sustancia de la que nuestro organismo pudiera ser deficitario, por lo que no nos debemos conformar solo con el diagnóstico de anemia, sino que además debemos conocer a que se ha debido mediante un análisis completo de laboratorio.

Tradicionalmente se ha recomendado en la dieta incluir hígado de ternera, no sólo porque es rico en hierro, sino porque también aporta todas las vitaminas del grupo B. En la actualidad, este remedio dietético se puede considerar como totalmente indeseable por la gran abundancia de residuos químicos presentes en éste órgano. Más naturales y por tanto más recomendables son los vegetales de hoja verde como el berro, espinacas, perejil o acelgas, que también nos aportan estos nutrientes. Los moluscos de concha (almejas, berberechos, etc.), son aún más ricos en hierro que las tradicionales legumbres, como las lentejas.

Si la anemia se produce por falta de hierro, habrá que administrarlo, absorbiéndose éste mejor si se asocia a la vitamina C, por lo que se recomienda tomarlo con un zumo de naranja. La dosis de hierro elemental a utilizar es de 30 mg., tres veces al día.

El ácido fólico si se precisara se debería administrar a dosis de 400 microgramos al día, y la vitamina B12, 1 mg. diario.

Las plantas medicinales son también capaces de remontar una anemia, ya que también nos aportan estos elementos nutritivos, como los preparados de alfalfa en comprimidos o la levadura de cerveza tomados con regularidad. Como infusiones podemos preparar genciana y diente de león a partes iguales tomadas tres veces al día o eleuterococo, cola de caballo, ortiga mayor y salicaria también a partes iguales y tomadas tres veces al día.

Las Sales de Schüssler también nos ofrecen posibilidades de tratamiento, empleándose de forma asociada Ferrum phosphoricum 6DH y Calcarea phosphorica 6DH.

En cuanto a la posibilidad de tratar con oligoelementos el que más se ha demostrado eficaz en las anemias seniles por hipoproducción de la médula ósea, es la asociación de Cobre-Oro-Plata con Manganeso-Cobalto.

domingo, 7 de junio de 2009

Diabetes


La diabetes mellitus (DM) es una enfermedad crónica en la que se produce una elevación de los niveles de glucosa en sangre como consecuencia de un defecto en la secreción o en la acción de la insulina, o por una combinación de ambos. Afecta al 6 % de la población, con un incremento notable de su presencia en relación con la edad. La presenta un 10-15 % de la población mayor de 65 años y hasta un 20 % de edad si la edad a la que se delimita es a partir de los 80 años. Además, se espera un preocupante repunte para los próximos años, de tal manera que la OMS prevé un incremento de las tasas a nivel mundial superiores a un 120 % de los 145 millones de diabéticos que se estima existen en la actualidad. Factores negativos como el sobrepeso, falta de ejercicio, ingesta abusiva de azucares,..., están contribuyendo a que la incidencia de DM tipo 2, más propia del adulto, esté aumentando incluso en la población infantil.

Estas cifras, aunque inquietantes no son tan importantes en comparación con el hecho de que la mitad de la población mundial con diabetes, desconoce que la padece a pesar de suponer la cuarta causa de muerte en los países desarrollados. La diabetes aumenta el riesgo de enfermedad cardiaca entre 2 y 5 veces y es la principal causa de ceguera y alteraciones visuales entre los adultos de los países desarrollados y la más común de amputación no causada por accidente.

¿Cuáles son sus síntomas?

Coloquialmente se la denomina la enfermedad de las tres P, por las iniciales de sus principales síntomas: poliuria (micciones frecuentes y abundantes), polidipsia (sed intensa) y polifagia (aumento de apetito), todos ellos consecuencia de la hiperglucemia. Otros síntomas que pueden aparecer son pérdida de peso, visión borrosa e infecciones recurrentes, aunque en la mayor parte de los casos, especialmente en la diabetes tipo 2, el paciente se encuentra asintomático.

¿Existen distintos tipos de diabetes?


  • La DM tipo 1 o insulinodependiente, suele aparecer en la infancia, y en ella, el páncreas no produce prácticamente insulina porque las células productoras de insulina, han sido destruidas. Afecta al 5-10 % de todos los casos diagnosticados de DM.
  • En la DM tipo 2 o no insulinodependiente, lo que ocurre es que el páncreas cada vez segrega menos insulina, no produciendo la suficiente cantidad para los requerimientos orgánicos. Por lo general se controla al principio con dieta y ejercicio, aunque posteriormente puede necesitar de la toma de fármacos (antidiabéticos orales), e incluso en una última etapa también de insulina.
  • Existen también una diabetes gestacional o del embarazo y otros tipos de alteraciones del metabolismo de la glucosa como la glucemia basal alterada y la intolerancia a la glucosa. El 5’4 % de las mujeres que han sufrido una diabetes gestacional, desarrollan una diabetes mellitus tipo 2 en el plazo de 1 año aumentando este porcentaje hasta el 50 % cuando se valoran a estas mujeres en el plazo de 5 años.

¿Cuáles son sus causas?

La DM tipo 1, tiene en muchos casos un origen desconocido, aunque parecen intervenir factores hereditarios, de tipo autoinmune y ambientales, pudiendo actuarse sobre estos últimos de forma preventiva, por lo que es importante conocerlos como son las infecciones microbianas (sobre todo picornavirus, como el virus Coxsackie B4, aunque también parotiditis, rubéola, citomegalovirus, etc.), y las debidas a agentes químicos, como estreptozotocina, aloxano, veneno Vacor (ratas), inhalación materna de compuestos N-nitrosos para curar la carne, introducción temprana de la leche de vaca, ingestión en la infancia de cantidades de leche de vaca superiores a 500 cc., etc.

La DM tipo 2, parece deberse a factores genéticos y a factores ambientales como son la edad, obesidad, dietas ricas en grasas saturadas y azucares y sedentarismo.

¿Cómo se diagnostica?

Podemos decir que nos encontramos ante una diabetes si los niveles de glucosa en sangre son mayor o iguales a 126 mg/dl y se repite en una segunda determinación (ésta no es necesaria si existen síntomas típicos de diabetes y la glucemia al azar es mayor o igual a 200 mg/dl). También si la glucemia es mayor o igual a 200 mg/dl, a las dos horas de haber sometido a una persona ala prueba de sobrecarga oral de glucosa, que debe realizarse en personas con glucemias en ayunas entre 110-125 mg/dl.

La más frecuente de las complicaciones agudas es la hipoglucemia, con aparición de síntomas como temblor, nerviosismo, sudoración, angustia, taquicardia, hambre e irritabilidad, pero también se pueden dar situaciones de cetoacidosis diabética y coma hiperosmolar. Entre las complicaciones crónicas, encontramos la retinopatía diabética, nefropatía diabética, neuropatía diabética, ulceras en el pie diabético, y complicaciones vasculares en general: arteriosclerosis, infarto de miocardio, ACVA,....

La DM2, puede ser asintomática durante muchos años, por lo que son muchos los pacientes que en el momento del diagnóstico ya presentan complicaciones, o se diagnostican al acudir a su médico para consultar alguna de estas complicaciones por lo que se aconseja un diagnóstico precoz de la DM. Actualmente se recomienda un cribado en mujeres embarazadas, pacientes mayores de 45 años o con factores de riesgo para la DM2 (obesos, historia familiar de diabetes en pariente de primer grado, etnias de alto riesgo, diabetes gestacional, aumento de colesterol o triglicéridos, hipertensión arterial, alteraciones de la glucemia basal o intolerancia a la glucosa).

¿Cual es su tratamiento?

En la diabetes debe plantearse un tratamiento integral, que incluya además del control glucémico, la corrección de los restantes factores de riesgo cardiovascular, tales como la obesidad, tabaquismo, hiperlipidemia e hipertensión arterial.

El pilar fundamental del control glucémico es la dieta que según el caso podrá precisar además de antidiabéticos orales y/o insulina. Debe ser rica en hidratos de carbono, pues permite un mejor control y disminuye el colesterol LDL. El aporte de proteínas no se debe modificar, a no ser que existan problemas renales. Las grasas se deben disminuir y mejorar su calidad. Se aconseja consumir, con moderación, frutas y vegetales que aportan, además fibra soluble. La obesidad aumenta la necesidad que el cuerpo tiene de insulina porque la comida extra contribuye a aumentar la cantidad de glucosa en el cuerpo, con lo que se hace más difícil de controlar la diabetes y aumenta el riesgo de complicaciones, por lo que se debe evitar.

En un régimen dietético equilibrado no es necesario un aporte extra vitamínico-mineral, salvo que exista un déficit. El potasio es necesario cuando se producen pérdidas por tratamiento diurético y restricción dietética en caso de insuficiencia renal o tratamiento farmacológico. La vitamina E disminuye el riesgo cardiovascular al disminuir la LDL oxidada y los depósitos de grasas en las arterias, aunque no hay evidencia de que su suplemento beneficie a pacientes sin déficit. Dos carotenoides, el betacaroteno y el licopeno, protegen frente a la diabetes y sus complicaciones. Los antioxidantes en general protegen contra la diabetes, particularmente la superóxido dismutasa. El resveratrol, ejerce un efecto positivo sobre el riesgo cardiovascular en la diabetes tipo 2. Por otro lado, la ingesta de ácidos grasos omega 3, se relaciona con un menor riesgo de DM1 y el aumento del consumo de bebidas azucaradas y con fructosa con un mayor riesgo de DM2.

La administración de 1 g al día de ácido ascórbico reduce la glucosilación en suero de las proteínas en un 46’8%, que es uno de los principales mecanismos por el que los diabéticos desarrollan daños orgánicos de los que se derivan complicaciones tales como nefropatías, retinopatías y neuropatías.

El cromo es un elemento fundamental en la tolerancia a la glucosa. El suplemento con cloruro de cromo (200 microgramos al día), o de levadura de cerveza enriquecida en cromo (9 gramos al día), reduce los niveles de glucosa en ayunas, mejora la tolerancia a la glucosa, disminuye los niveles de insulina y reduce los niveles de colesterol total y triglicéridos, a la vez que aumenta los de HDL colesterol. Este efecto es más marcado cuando se administra el cromo con vitamina B3 en dosis de 100 mg/día.

El zinc forma parte de la molécula de insulina. En la diabetes existe una excreción urinaria de zinc aumentada. En animales de laboratorio, la administración de zinc oral, retardó y en algunos casos previno de la aparición de esta enfermedad. En las personas que tienen un consumo dietético de zinc más bajo, se observa un aumento del riesgo de enfermedades coronarias y de diabetes, así como de otros factores de riesgo asociados, como hipertensión, hipertrigliceridemia y aumento de la resistencia a la insulina. Además protege a las células beta del páncreas de los radicales libres que pueden originar su destrucción. Tiene además per se una acción hipoglucemiante. La suplementación con zinc oral, es útil en el tratamiento de las complicaciones en el paciente diabético, especialmente la neuropatía periférica.

El níquel es un gran regulador del metabolismo del páncreas, pudiendo ser empleado tanto en situaciones de hiperglucemias como de hipoglucemias. El efecto hiperglucemiante, es sin embargo observado cuando se utilizan altas dosis de este oligoelemento. Además ejerce una acción preventiva y protectora de la hiperglucemia en animales de experimentación cuando se les intenta inducir una diabetes mediante la ingestión de sustancias tóxicas. Este ultimo efecto, también se ha observado con el cobalto. Además se está ensayando la posibilidad de conseguir moléculas de cobalto-insulina, con el fin de conseguir imitar el modelo fisiológico de la secreción de insulina y minimizar las complicaciones de la DM.

Menètrier utilizó de forma empírica el zinc, el níquel y el cobalto, en el tratamiento de la diabetes. Hoy en día conocemos desde un punto de vista científico y racional el efecto de estos minerales sobre el metabolismo de la glucosa. Tanto el níquel como el cobalto, tienen una acción de mostrada por sí solos como hipoglucemiantes. El zinc, forma parte además de la molécula de insulina. Es lógico plantearse por tanto, la utilización de estos tres oligoelementos de forma conjunta en el tratamiento de la DM.

Otros minerales en forma de sales, sobre los cuales se está realizando hoy en día una importante investigación, ya que podrían convertirse en sustitutos de la insulina, son el vanadio, wolframio y especialmente el tungsteno. El alfa-galactosilceramida es un compuesto obtenido de esponjas marinas que previene la aparición de DM1 en ratas.

Son también numerosas las plantas medicinales que pueden emplearse para el tratamiento de la diabetes. El grupo más importante de medicamentos antidiabéticos orales, el de las biguanidas, derivan de la galegina o guanidina procedente de una leguminosa, la Galega officinalis o ruda cabruna, utilizada durante siglos para controlar la diabetes. Pero no es la única planta que podemos utilizar con ese fin, pues existen otras que ayudan a normalizar los niveles de glucosa como la opuntia o nopal, el copalchi, la alholva o fenogreco o el glucomanano, que siempre deben emplearse junto con unas adecuadas medidas dietéticas y un control riguroso de los niveles de glucosa para evitar complicaciones.

Flatulencia o meteorismo



Los gases, están presentes en el aparto digestivo de cualquier persona en condiciones normales, procedentes de la deglución, bien de forma inconsciente con los alimentos especialmente si comemos deprisa, al masticar chicles o beber bebidas gaseosas por ejemplo o de forma consciente que es lo que denominamos aerofagia. Además debemos sumar los que se forman en el interior de nuestro tracto digestivo, durante el proceso de la digestión, pudiendo producirse hasta 1’5 litros de gases al día, que usualmente se eliminan por el recto en forma de ventosidades, siendo normal eliminar entre 14 a 23 al día, que cuando son excesivas denominamos flatulencia.



Su composición es muy variada, encontrándose anhídrido carbónico, nitrógeno, oxígeno, hidrógeno y algunas veces metano. El mal olor que pueden tener al expulsarlos se debe a que algunas bacterias presentes en el intestino grueso producen gases que contienen azufre, que da un olor a huevos podridos.


Con los eructos, se pueden eliminar parte de los gases que se han acumulado en el estómago. El resto pasa al intestino delgado en donde son parcialmente absorbidos y otros forman burbujas que se van desplazando con los movimientos intestinales llegando al recto para ser expulsados. A veces, estos gases producen unos ruidos llamados borborigmos.



El que unas personas presenten más o menos cantidad de gases se debe fundamentalmente a la presencia de determinadas cepas y cantidades de bacterias que forman parte de la flora intestinal y a la alimentación y de todos es conocido que hay alimentos que generan más gases que otros.



Algunos alimentos causan más gases que otros: la proteínas y las grasas producen pocos gases, pero en cambio, los hidratos de carbono y los azúcares producen muchos gases. La mayoría de los cereales, que contienen grandes cantidades de hidratos de carbono producen gases cuando son digeridos, con la única excepción del arroz. La lactosa, azúcar presente en la leche, es un azúcar que requiere de una enzima, llamada lactasa para su digestión. Algunos niños tienen poca lactasa en su aparato digestivo y la lactosa sin digerir puede fermentar en el intestino grueso produciendo gases. Otros azúcares como la fructosa,o el sorbitol presentes en los productos sin azúcar, también pueden producir gases. La fibras, que forman parte de muchos alimentos, pasan intactas a través del intestino delgado. Las fibras insolubles tampoco son atacadas en el intestino grueso y facilitan el tránsito y la consistencia de las heces. Las fibras solubles, por el contrario, son digeridas en el intestino grueso, produciendo gases.


Los síntomas pueden ser muy variados pero sobre todo quienes padecen de estos molestos gases, se quejan de sensación de hinchazón de abdomen, eructos, flatulencia y dolores intestinales.


Los eructos se deben a la eliminación de los gases que tragamos al ingerir los alimentos y quedan en el estómago, aunque algunas personas pueden tener aumentada su expulsión como les ocurre a quienes padecen reflujo gastroesofágico.


El dolor a veces puede ser muy intenso y puede simular desde un dolor por infarto hasta un dolor típico de una apendicitis o de cálculos en la vesícula biliar.


Aunque de todos es conocido como ciertos alimentos generan más gases que otros, también existe una susceptibilidad individual que hace que alimentos que a unas personas no le producen gases, a otras sí, por lo que en muchos casos habrá que basarse en la experimentación y observación. En general se deberán evitar todos aquellos alimentos que generan flatulencia como las legumbres, lechuga, coliflor, pasta, etc.



Existen medicamentos que pueden disminuir los gases intestinales, pero existen numerosas sustancias naturales que pueden cumplir perfectamente ese efecto siendo de todos conocido como actúan en este sentido plantas medicinales como el anís verde, el comino, la alcaravea o el hinojo. Otro remedio también muy efectivo son los comprimidos de carbón activo o carbón vegetal tomados antes de las comidas. Además se deberán evitar aquellos hábitos que hacen que traguemos aire, como el comer deprisa o mascar chicle y caramelos.


Por último cabe la posibilidad de aliviarlos empleando sales de Schüssler, para lo que emplearemos asociadas Calcarea phosphorica 6DH, Natrum phosphoricum 6DH y Natrum sulphuricum 6DH.

El sistema inmune: Orígen de numerosas enfermedades


Nuestro organismo, está constantemente expuesto a la agresión de microorganismos (virus, bacterias, hongos,..), así como de sustancias extrañas, que pueden provocarnos una enfermedad. Sin embargo disponemos de unos mecanismos de defensa que impiden que nuestro cuerpo sea atacado por estos agentes, que conforman, lo que llamamos sistema inmunitario, compuesto por una red de células, tejidos, órganos y proteínas que colaboran entre sí para protegernos.


El sistema inmunológico, nos ofrece protección mediante una estrategia de distintas defensas cada vez más compleja: las barreras físicas, el sistema inmune innato, y la inmunidad adaptativa.
La primera línea de defensa la conforman las barreras físicas, como es la piel, pero también la tos o el estornudo, con los que expulsamos agentes extraños, el lagrimeo que hace que se mantenga limpio el ojo, el flujo de orina que impide la ascensión de gérmenes a las vías urinarias, la secreción mucosa de nuestro aparato respiratorio y digestivo, las enzimas presentes en algunas secreciones o la flora bacteriana intestinal.


Si un agente patógeno traspasa estas primeras barreras, el sistema inmunológico innato ofrece una respuesta inmediata, pero no específica. Los sistemas inmunológicos innatos se encuentran en todas las plantas y animales y no ofrecen una inmunidad duradera. Este tipo de respuesta puede estar mediada por determinadas sustancias que se liberan o por células, recibiendo el nombre de inmunidad humoral o celular respectivamente. Dentro de las barreras humorales y químicas encontramos sustancias tales como las prostaglandinas, los leucotrienos, eicosanoides y sistema del complemento. Las células encargadas de la respuesta celular, son los leucocitos, entre los que encontramos fagocitos (macrófagos, neutrófilos y células dendríticas), mastocitos, eosinófilos, basófilos y células asesinas naturales.


Por último, si los agentes patógenos evaden la respuesta innata, los vertebrados poseemos una tercera capa de protección, que es el sistema inmunológico adaptativo. Aquí el sistema inmunológico adapta su respuesta durante la infección para mejorar el reconocimiento del agente agresor. La información sobre esta respuesta mejorada se conserva aún después de que el agente patógeno es eliminado, bajo la forma de memoria inmunológica, y permite que el sistema inmune adaptativo desencadene ataques más rápidos y más fuertes si en el futuro el sistema inmune detecta este tipo de patógeno. Esta respuesta es específica, es decir, para cada sustancia extraña que pretende invadirnos o antígeno, fabricamos una sustancia contra él y solo para él, que denominamos anticuerpo, denominadas también inmunoglobulinas. En este tipo de respuesta intervienen otro tipo de leucocitos, los linfocitos, siendo los linfocitos B y T los más importantes.


Todas estas células y sustancias se encuentran ampliamente distribuidas en nuestro organismo, pero se almacenan o producen en determinadas regiones de nuestro cuerpo conocidas como órganos linfoides: timo, bazo, médula ósea y ganglios linfáticos, éstos últimos interconectados por una red de canales o vasos linfáticos por donde circulan los leucocitos además de por la sangre.


Este sistema de defensa y protección así conformado, no solo nos ofrece una protección frente a patógenos externos sino que se encarga también de vigilar que nuestro organismo funcione correctamente y es capaz de detectar anomalías y comportamientos celulares alterados, corrigiéndolos por lo que cuando falla pueden aparecer numerosas enfermedades como trastornos por inmunodeficiencia, enfermedades autoinmunes, alergias o incluso cáncer.


Las inmunodeficiencias pueden ser de origen genético o adquirido y aparecen cuando alguno de los sistemas descritos anteriormente se encuentran inactivos, haciéndonos más propensos a las infecciones. Nuestro sistema inmunológico también muestra una respuesta reducida en ciertos momentos de la vida como son la infancia mientras madura, y va decreciendo a partir de los 50 años.


Entre las causas que pueden mermar la capacidad de respuesta del sistema inmune, están ciertas infecciones (como la del VIH), quemaduras, la malnutrición, los desórdenes alimenticios, la obesidad, el estrés, y el abuso de drogas, donde quedan incluidos muchos fármacos.


Los trastornos autoinmunes, se desarrollan cuando el sistema inmune destruye los tejidos normales del cuerpo, lo cual es causado por una reacción de hipersensibilidad similar a las alergias, en donde el sistema inmune reacciona a una sustancia que, normalmente, ignoraría, ya que reconoce como extrañas estructuras propias del cuerpo. En las alergias, el sistema inmune reacciona a una sustancia externa que normalmente sería inofensiva y con los trastornos autoinmunes, el sistema inmune reacciona a los tejidos corporales normales propios. Ejemplos de enfermedades autoinmunes, son la artritis reumatoide, la diabetes tipo I o el lupus, esclerosis múltiple, psoriasis, vitíligo, colitis ulcerosa, enfermedades tiroideas y un largo etcétera.


Entre las causas que pueden llevarnos a padecer una enfermedad autoinmune, además de la predisposición genética están la infección por algunos microorganismos y el empleo de ciertos fármacos, pero el aumento de enfermedades autoinmunes que se está observando en los países occidentales, a diferencia de lo que ocurre en países tropicales donde se mantienen tasas altas de enfermedades infecciosas, puede tener una causa clara: el exceso de vacunación y el ambiente excesivamente estéril en el que vivimos por el uso masivo de antibióticos y de sustancias que destruyen cualquier tipo de gérmenes tanto en los alimentos, como en nuestras casas o espacio donde trabajamos, que hace que nuestro sistema inmunitario se encuentre falto de entrenamiento y “distraído” al no tener que trabajar y al final, termina cometiendo estos errores. También es posible que ciertas sustancias como los aditivos de los alimentos, del agua, insecticidas, pesticidas, contaminantes del aire, etc..., acumuladas en el cuerpo, alteren entre otras cosas la propia composición corporal, pudiendo llegar el momento en que el cuerpo no reconozca como propios estos nuevos "compuestos" formados y los agreda.


Las alergias aparecen cuando nuestro sistema inmune reacciona de una forma desproporcionada y por encima de lo normal, ante una determinada sustancia extraña a nuestro cuerpo lo que provoca un daño en nuestro propio organismo y dependiendo del órgano afectado, aparecerán distintos síntomas, en forma de asma, eccemas, diarreas, rinoconjuntivitis, pudiendo ser a veces tan intensa que puede provocar la muerte de quien la sufre por shock anafiláctico.


Constituyen también otra de las patologías que se encuentran en aumento en nuestra sociedad. Solo tenemos que volver la vista atrás y analizar el número de compañeros que teníamos cuando íbamos al colegio y eran alérgicos, y los que encontramos hoy en día en todas las aulas de los colegios, con alergias a cada vez más sustancias y a veces a cual más extraña.


Parece que la causa de este aumento de incidencia tanto en variedad como en gravedad, no es que los pólenes (o cualquier otra sustancia), causantes de la mayor parte de las alergias hayan aumentado o se hayan vuelto más agresivos, sino que existen multitud de sustancias químicas contaminantes que constantemente estamos lanzando a la atmósfera y que interferirían con la respuesta que ofrecería nuestro sistema inmune, siendo especialmente dañinas ciertas partículas que se liberan en la combustión de los motores diesel. Así por ejemplo, existen mayor número de alérgicos al polen de ciertas plantas y con síntomas más graves en las ciudades, donde existen menores concentraciones polínicas, que en el campo, donde por el contrario estas concentraciones son mayores y por tanto cabría esperar una mayor respuesta alérgica.


Otro de los cometidos importantes de nuestro sistema inmunológico, es la de identificar y eliminar células tumorales, gracias a los linfocitos T asesinos y evitar así que desarrollemos una de las enfermedades más temidas por todos: el cáncer. Por tanto cuando estamos ante una situación de bloqueo o de disminución de respuesta de nuestro sistema inmunitario, nos hacemos más propensos a que no demos una adecuada respuesta ante la aparición de una célula o un grupo de ellas que comienzan a comportarse anómalamente y éstas terminan por proliferar sin trabas y desarrollar un tumor.


Una de las paradojas con las que nos encontramos es ver como desde la medicina oficial se trata con quimioterapia y radioterapia el cáncer, pues se confía mucho más en la acción curativa de estas técnicas que en el propio sistema inmunitario del paciente. Sin embargo, independientemente de si un paciente se somete a alguna de estas terapias es fundamental e indispensable aplicar al paciente un tratamiento inmunoestimulante pues no solo contribuirá a que él mismo pueda hacer frente al tumor sino que además conseguirá que pueda sobrellevar con más garantías de éxito estos tratamientos minimizándose los importantes efectos secundarios que aparecen tanto con la quimioterapia como con la radioterapia.


Entre las causas que explicarían por qué está aumentando la frecuencia e incidencia de aparición de numerosos tumores, pues hay numerosas sustancias químicas inmunodepresoras que constantemente son eliminadas al medio ambiente. Pero además hay que destacar también como carcinógeno, un factor considerado como uno de las grandes epidemias de este siglo que comenzamos a vivir: el estrés y la ansiedad, que son capaces de mermar nuestra respuesta inmune hasta límites insospechados. Emociones negativas como la ira, la rabia, el estrés o la depresión deprimen al sistema inmunológico y emociones opuestas como el optimismo, la alegría o la calma, tienen un efecto opuesto, ya que potencian al sistema inmune en sus funciones.


Esta importante acción de nuestro sistema inmunológico explicaría también como las radiaciones ionizantes son capaces también de provocar un cáncer, a través de la alteración de la respuesta de nuestro sistema inmunológico.


La importancia del sistema inmune en la prevención de la aparición del cáncer, es tal, que las personas sometidas a tratamientos inmunosupresores, como los que se utilizan en las enfermedades autoinmunes o para evitar los rechazos en los transplantes, tienen 100 veces más probabilidades que el resto de la población general para producir un tumor.


También podemos influir con la dieta en esta respuesta inmune e independientemente de si un alimento es cancerígeno o no, éstos pueden provocar una disminución de esa respuesta y favorecer la aparición de un tumor. Tal es el caso del consumo excesivo de bebidas alcohólicas, grasas saturadas, azúcares y sal, tan abundantes cada día más en nuestras dietas. Por el contario, también podemos ayudar a nuestro sistema inmune con la dieta, pues hay numerosos alimentos con propiedades inmunoestimulantes como el ajo, los alimentos ricos en vitamina C y bioflavonoides (naranjas, limones, pomelos,…), el magnesio (frutos secos, legumbres, cereales y germinados) o el zinc (frutos secos y sésamo).

Cuidado de la piel en verano




Llega el buen tiempo, y con la llegada del calor, empezamos a usar ropas más cortas dejando que nuestro cuerpo se exponga a los rayos del sol y así mostrar una piel bonita y bronceada, que seguro habremos conseguido tomando el sol, y que en nuestra sociedad sigue siendo un sinónimo equivocado de salud.


Sin embargo, el sol, fuente de salud y de vida, que desde antaño ha servido para tratar numerosas dolencias como tuberculosis, raquitismo, psoriasis, la depresión y un largo etcétera, se ha convertido en los últimos años en el elemento ambiental capaz de causar cáncer más importante que conocemos. Este hecho no se debe realmente al sol, sino a factores ajenos a éste como las emisiones de gases contaminantes que han destruido parte de la capa de ozono encargada de filtrar determinadas radiaciones, permitiendo así que penetren ciertos rayos que pueden convertirse en dañinos para la piel, como son los rayos ultravioletas A (UVA) responsables del envejecimiento de la piel y de la aparición de cánceres como los epiteliomas y los melanomas (producidos por el sol entre un 60 y 90% de los casos, y más agresivos que los epiteliomas). Los rayos ultravioleta B (UVB), son los causantes de eritemas y del bronceado de la piel.


Para evitar el daño de estas radiaciones, debemos recordar que el 80 por ciento de la exposición solar que recibimos a lo largo de la vida se produce en los primeros 18 años y sus efectos se acumulan, ya que la piel tiene memoria solar, lo que podría generar problemas cutáneos en la edad adulta, que estamos expuestos al sol, en mayor o menor medida, durante todo el año, no sólo en verano y que cada piel reacciona de una forma distinta, siendo las más sensibles, las claras, por lo que es imprescindible cuidar sobre todo la piel de nuestros menores.


También debemos tener en cuenta una serie de pautas imprescindibles para evitar los efectos nocivos del sol: se debe usar una crema con fotoprotector con un factor mínimo de 15 o superior (para los niños más de 30), ser resistente al agua y proteger de los rayos tanto de los UVA como de los UVB; aplicar el filtro solar en casa, treinta minutos antes de salir y exponernos al sol, de forma generosa y uniforme por todo el cuerpo, y reaplicar cada dos horas, e incluso más a menudo si nos bañamos o sudamos, y aunque la piel esté bronceada, o el día nublado (las radiaciones UV, traspasan las nubes) el fotoprotector es igualmente necesario. La crema de protección solar, debe tener un factor de protección muy alto al inicio de la exposición que se podrá ir rebajando conforme van pasando las semanas. Tampoco se debe olvidar aplicar en la sombra porque se recibe radiación ultravioleta indirecta, ya que la superficie de la arena actúa como un espejo que hace que reboten este tipo de radiaciones que terminan por penetrar desde las zonas soleadas a las sombreadas. Hay que procurar no exponerse al sol en las horas más nocivas, desde las 12 a 16 horas, mantener a los niños a la sombra y cubrirlos con ropa oscura. Mientras estemos expuestos al sol se deben evitar las pulverizaciones con sprays de agua, pues aunque nos dan sensación de frescor, sus minúsculas gotas actúan como lupas magnificando la acción de estas radiaciones. Debemos saber que hay algunos perfumes y fármacos que provocan una mayor sensibilidad al sol como algunos antiinflamatorios, diuréticos, antiarritmicos, antidiabéticos, antibióticos y cremas para el acné y las arrugas.


El sol, no solo nos puede hacer daño en la piel, sino también en los ojos por lo que debemos utilizar una gorra con el ala lo más ancha posible que también nos protegerá la cara y unas gafas de sol con cristales que absorban las radiaciones ultravioletas, pues se pueden producir cataratas a edades tempranas.


Si nos hemos excedido a la hora de tomar el sol, podemos aplicarnos una loción para después del sol o aftersun, con lo que conseguiremos hidratar, refrescar, evitar la inflamación, cicatrizar y regenerar la piel. Además deberemos beber agua y líquidos para evitar la deshidratación en general y en especial de la piel.

Tratamiento natural del insomnio


El insomnio es el trastorno más común de los que afectan al sueño pues las cifras nos desvelan que más de 15 millones de españoles lo ha padecido en algún momento de su vida y en el transcurso de un año, hasta un 30% de la población sufre insomnio. Es más frecuente en mujeres y adultos, y raro antes de esa edad, aunque últimamente se está apreciando un inquietante aumento entre jóvenes de 17 y 20 años.


En el insomnio, se produce una dificultad o incapacidad para dormir, bien sea a la hora de iniciar el sueño (insomnio predormicional), después de haberse dormido con despertar intermitente durante la noche (insomnio dormicional) o cuando se produce un despertar precoz (insomnio postdormicional), en definitiva, la persona que lo padece tiene una sensación subjetiva de no poder dormir cuanto o cuando se desea.

¿A qué se debe el insomnio?

El insomnio puede estar provocado por causas muy diversas como los efectos secundarios de algunos medicamentos, exceso de preocupaciones, hábitos irregulares del sueño, consumo de sustancias estimulantes como el café, el té, o las bebidas con cola, enfermedades que producen dolor como una artrosis, etc.

Además, el insomnio puedes ser también un síntoma de algunas enfermedades tanto psiquiátricas como no psiquiátricas, como depresiones, hipo o hipertiroidismo, anemia…

¿Cuanto debemos dormir?

No existe un número fijo de horas para dormir, y cada persona necesita un número de horas distinto para dormir y encontrarse al día siguiente perfectamente descansado. Además, esas horas varían según la edad de éste, y así, cuando nacemos pasamos la mayor parte de nuestro tiempo durmiendo, y así un niño de un mes duerme unas 20 horas al día. Al año de edad, la cifra se reduce a 14 horas diarias, para ir disminuyendo cada vez más paulatinamente hasta los 25 años en que se necesitan 8 horas diarias, y ya a los 60, bastan 7 horas. Sin embargo en las personas mayores de 60 a 70 años, se da también un mayor tiempo de latencia antes de dormirse, de despertares frecuentes y de menos profundidad del sueño, y hay que estar especialmente alerta ante el insomnio, ya que agrava la depresión de los ancianos.

Existen otros factores que influyen en la duración del sueño, como la temperatura ambiente, el sexo (la mujer tiene un sueño más superficial por lo que necesita dormir más tiempo), la actividad física y la actividad mental, la alimentación, etc.

¿Qué otros síntomas pueden aparecer asociados?

La persona que padece insomnio, puede presentar muy distintos síntomas durante el día además de los que presenta durante la noche. Entre ellos, nos podemos encontrar cansancio diurno, microsueños durante el día que pueden ocasionar problemas de relación, de rendimiento en el trabajo y accidentes de tráfico entre otros, malhumor, disminución de las capacidades de concentración y de memoria, mayor tendencia a desórdenes de tipo nervioso, mayor predisposición a las infecciones, etc.

¿Cómo lo podemos resolver?

Si existe una causa objetivable que dé como síntoma asociado el sueño, el tratamiento irá encaminado a resolver el agente etiológico (asma, dolores, prurito, hipertiroidismo,...), pero por lo general nos encontramos en consulta con un insomnio de tipo idiopático o que persiste a pesar de haber erradicado el agente causal.

Los medicamentos empleados para el tratamiento del insomnio son las benzodiacepinas de las que existen tres tipos las de acción corta, intermedia o larga dependiendo del tiempo que están haciendo efecto en nuestro organismo. A pesar de que solo están indicadas en el insomnio de corta duración y que no deberían emplearse más allá de tres semanas consecutivas, la realidad es otra y prácticamente todos conocemos a alguna persona que lleva años tomándolas. Estos medicamentos producen habituación y dependencia y en aquellas personas en las que a pesar de su uso siguen padeciendo insomnio su retirada gradual o mejora el sueño o al menos no lo empeora. El problema estriba en que existe como consecuencia de esa dependencia, un insomnio de rebote al retirarlos que es pasajero pero que hace al paciente volver a tomar rápidamente el fármaco por miedo a no dormir.

Existen remedios naturales tan eficaces como los fármacos que combinados con un buen apoyo psicológico en caso necesario, nos pueden ayudar a conciliar el sueño de una forma más natural.
Entre estos remedios naturales están la pasiflora y la valeriana especialmente, aunque a veces conviene combinarlas con otras plantas con efectos tranquilizantes y relajantes como la tila, el azahar o la lavanda por citar algunas. Además, con este tipo de remedios se evitan los efectos secundarios que originan algunos fármacos como por ejemplo la somnolencia al despertarse o la dependencia, pero veámoslos más detenidamente:
  • Valeriana (Valeriana officinalis): Los ácidos valéricos y los valepotriatos han demostrado un efecto directo sedativo además de interaccionar con el GABA, reduciendo el tiempo de latencia del sueño y mejorando la calidad del mismo, al unirse a os mismos receptores que el diazepam y otras benzodiacepinas.
  • Lechuga (Lactuca sativa): La lactucina, uno de los principios activos e la lechuga favorece el sueño, especialmente si tomamos la lechuga en infusión mejor que en ensalada con lo que además evitaremos posibles problemas con los gases.
  • Pasiflora (Passiflora incarnata): Los alcaloides y flavonoides que posee son los responsables de los efectos sobre el sueño, restaurándolo de forma progresiva y gradual. Muy útil cuando el trastorno del sueño que se padece, son los despertares nocturnos frecuentes o insomnio de mantenimiento.
  • Melisa (Melissa officinalis): Además del efecto sedante posee un efecto ligeramente narcótico.
  • Tila (Tilia platyphylos): En el aceite esencial, encontramos parmesol que es un buen sedante y espasmolítico, por lo que se indica y utiliza en casos de nerviosismo, ansiedad e insomnio.
  • Lúpulo (Humulus lupulus): Además de utilizarse para dar el sabor amargo a la cerveza, el lúpulo tiene un efecto sedante suave y aunque no existen ensayos clínicos en esta afección la experiencia nos dice que es efectiva en el insomnio, combinándola con otras plantas relajantes.
  • Amapola de California (Eschscholtzia californica): Muy útil cuando lo que se presenta es un insomnio de conciliación o insomnio inicial.
  • Otras plantas útiles en el insomnio son el limón, la menta, el espliego o la lavanda

Debe tenerse también en cuenta que ciertos déficits nutricionales pueden producir insomnio como síntoma por lo que la administración de estos nutrientes en forma de suplementos o su inclusión a través de la dieta pueden solucionarlo. Entre éstos están:

  • Niacina o Vitamina B3: La dosis adecuada como suplemento es de 100 mg al día. La encontramos sobre todo en los cereales y especialmente en el arroz, pero también en carnes rojas y de aves, vísceras, levadura de cerveza, huevo, pescado, queso, frutos secos (sobre todo el cacahuete), legumbres y alcachofas.
  • Vitamina B6 o Piridoxina: La dosis en este caso es de 50 mg al día. Se encuentra en la levadura de cerveza, pescado, legumbres, ciruela, uvas pasas, soja, frutos secos, cereales enteros y leche.
  • Magnesio: Se encuentra sobre todo en verduras de hoja verde oscura, cereales, frutos secos, legumbres y germinados en general. Su dosis para combatir el insomnio es de 250 mg al día.
  • Triptófano: Es un aminoácido esencial, precursor de la biosíntesis de serotonina, que se encuentra en huevos, leche y cereales integrales, precursor de la biosíntesis de serotonina, un neurotransmisor cerebral o mensajero químico que favorece la relajación y que ejerce una influencia sobre el sueño, el estado de ánimo y las emociones. La dosis a emplear sería de 3 a 5 gr al día. Las semillas de Griffonia simplicifolia han demostrado ser muy ricas en 5-hidroxitriptófano (5-HTP), una sustancia intermedia en la conversión del triptófano en serotonina, por lo que se utiliza en herbodietética con estos fines.

Hay elementos que son fundamentales a la hora de mantener el sueño, especialmente en aquellas personas aquejadas de trastornos del mismo, y que van encaminadas a disminuir la ansiedad del paciente ante el problema y a instaurar hábitos de sueño regulares como son:

  • Tener un horario regular para levantarse y para acostarse.
  • El dormitorio debe estar aislado de la luz y de sonidos exteriores. Si por la temperatura ambiente hay que abrir la ventana, el aire es mejor dirigirlo al costado o a los pies, nunca a la cabeza. Orientar la cabecera de la cama hacia el Norte geográfico se ha mostrado eficaz también para facilitar el sueño, ya que se aprovecha mejor el campo magnético terrestre. La almohada debe ser lo suficientemente elevada para permitir que al apoyar la cabeza de lado, quede alineada con el resto de la columna vertebral, siendo esta postura la más apropiada para el sueño.
  • Evitar leer o permanecer en la cama si el sueño no ocurre antes de 30 minutos.
  • Hacer ejercicio físico de forma regular, preferiblemente dos horas antes de acostarse.
  • Evitar hacer cenas copiosas, inmediatamente antes de acostarse.
  • Disminuir el uso de hipnóticos y de alcohol.
  • Evitar el consumo de sustancias excitantes del sistema nervioso central (café, té, chocolate, refrescos de cola,...).

Si a pesar de estas recomendaciones no se ha conseguido dormir es aconsejable que consulte a su médico, sin olvidar otras alternativas que se le ofrecen desde la Medicina Naturista, La Acupuntura o la Homeopatía con resultados francamente eficaces en la mayoría de los casos.