Llega el buen tiempo, y con la llegada del calor, empezamos a usar ropas más cortas dejando que nuestro cuerpo se exponga a los rayos del sol y así mostrar una piel bonita y bronceada, que seguro habremos conseguido tomando el sol, y que en nuestra sociedad sigue siendo un sinónimo equivocado de salud.
Sin embargo, el sol, fuente de salud y de vida, que desde antaño ha servido para tratar numerosas dolencias como tuberculosis, raquitismo, psoriasis, la depresión y un largo etcétera, se ha convertido en los últimos años en el elemento ambiental capaz de causar cáncer más importante que conocemos. Este hecho no se debe realmente al sol, sino a factores ajenos a éste como las emisiones de gases contaminantes que han destruido parte de la capa de ozono encargada de filtrar determinadas radiaciones, permitiendo así que penetren ciertos rayos que pueden convertirse en dañinos para la piel, como son los rayos ultravioletas A (UVA) responsables del envejecimiento de la piel y de la aparición de cánceres como los epiteliomas y los melanomas (producidos por el sol entre un 60 y 90% de los casos, y más agresivos que los epiteliomas). Los rayos ultravioleta B (UVB), son los causantes de eritemas y del bronceado de la piel.
Para evitar el daño de estas radiaciones, debemos recordar que el 80 por ciento de la exposición solar que recibimos a lo largo de la vida se produce en los primeros 18 años y sus efectos se acumulan, ya que la piel tiene memoria solar, lo que podría generar problemas cutáneos en la edad adulta, que estamos expuestos al sol, en mayor o menor medida, durante todo el año, no sólo en verano y que cada piel reacciona de una forma distinta, siendo las más sensibles, las claras, por lo que es imprescindible cuidar sobre todo la piel de nuestros menores.
El sol, no solo nos puede hacer daño en la piel, sino también en los ojos por lo que debemos utilizar una gorra con el ala lo más ancha posible que también nos protegerá la cara y unas gafas de sol con cristales que absorban las radiaciones ultravioletas, pues se pueden producir cataratas a edades tempranas.
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