Comer más ácidos grasos omega 3, contenidos en pescados como sardinas o el salmón, podría ayudar a los chicos adolescentes a paliar su tristeza, aunque no sucede así con las chicas. Éstas son las conclusiones de un estudio llevado a cabo en la Universidad de Tokio (Japón) que se publica en Pediatrics. La investigación fue dirigida por Kentaro Murakami.
Los ácidos grasos omega 3, que incluyen los EPA y DHA, se encuentran en los pescados grasos. Dado que esos nutrientes influyen en el funcionamiento cerebral, muchos investigadores se preguntan si su consumo reduciría el riesgo de desarrollar depresión.
Pero estudios sobre esa relación en adultos no llegaron a resultados concluyentes.
Hasta ahora, ningún equipo se había ocupado de esa asociación potencial en los adolescentes, un grupo propenso a la depresión.
De modo que el equipo de Kentaro Murakami, de la Universidad de Tokio, analizó la dieta y la depresión en más de 6.500 estudiantes de secundaria de 12 a 15 años, en Japón.
El 23 por ciento de los varones y el 31 por ciento de las mujeres tenían síntomas depresivos, como baja autovaloración, pocas esperanzas y alteraciones del sueño, precisó el equipo en la revista médica Pediatrics.
Según los cuestionarios alimentarios y tras considerar factores como la edad y la educación de los padres, el equipo observó que los varones que más pescado consumían (el quinto superior de la escala de consumo) tenían un 27 por ciento menos posibilidad de estar deprimidos que el grupo que menos pescado comía.
Lo mismo sucedió al analizar el contenido de EPA y DHA de los pescados consumidos.
En tanto, en las mujeres no se registró efecto alguno del aceite de pescado.
El equipo admite que esa diferencia entre géneros es difícil de explicar, aunque existen algunas hipótesis, como un origen genético de la depresión más sólido en las mujeres que en los varones.
Los autores señalan también que sus resultados no aportan pruebas suficientes de que el aceite de pescado reduzca el riesgo de depresión. Aunque se necesitan más estudios para confirmar esa relación causa-efecto, el equipo concluyó que elevar el consumo de pescado, EPA y DHA "sería una estrategia importante para prevenir la depresión".
FUENTE: Pediatrics, septiembre del 2010
Los ácidos grasos omega 3, que incluyen los EPA y DHA, se encuentran en los pescados grasos. Dado que esos nutrientes influyen en el funcionamiento cerebral, muchos investigadores se preguntan si su consumo reduciría el riesgo de desarrollar depresión.
Pero estudios sobre esa relación en adultos no llegaron a resultados concluyentes.
Hasta ahora, ningún equipo se había ocupado de esa asociación potencial en los adolescentes, un grupo propenso a la depresión.
De modo que el equipo de Kentaro Murakami, de la Universidad de Tokio, analizó la dieta y la depresión en más de 6.500 estudiantes de secundaria de 12 a 15 años, en Japón.
El 23 por ciento de los varones y el 31 por ciento de las mujeres tenían síntomas depresivos, como baja autovaloración, pocas esperanzas y alteraciones del sueño, precisó el equipo en la revista médica Pediatrics.
Según los cuestionarios alimentarios y tras considerar factores como la edad y la educación de los padres, el equipo observó que los varones que más pescado consumían (el quinto superior de la escala de consumo) tenían un 27 por ciento menos posibilidad de estar deprimidos que el grupo que menos pescado comía.
Lo mismo sucedió al analizar el contenido de EPA y DHA de los pescados consumidos.
En tanto, en las mujeres no se registró efecto alguno del aceite de pescado.
El equipo admite que esa diferencia entre géneros es difícil de explicar, aunque existen algunas hipótesis, como un origen genético de la depresión más sólido en las mujeres que en los varones.
Los autores señalan también que sus resultados no aportan pruebas suficientes de que el aceite de pescado reduzca el riesgo de depresión. Aunque se necesitan más estudios para confirmar esa relación causa-efecto, el equipo concluyó que elevar el consumo de pescado, EPA y DHA "sería una estrategia importante para prevenir la depresión".
FUENTE: Pediatrics, septiembre del 2010
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