
Para realizar este trabajo de dos años, el equipo de Amy Speed-Andrews, becaria de investigación de esta universidad, hizo que las participantes de este estudio rellenaran un cuestionario sobre su salud física y mental al inicio de una sesión de 10 semanas de yoga Iyengar y a su término.
Tras analizar los datos, descubrieron que, después de realizar este tipo de yoga, el 94 por ciento de las mujeres había experimentado mejoras en su calidad de vida, el 88 por ciento se sentía mejor físicamente, el 87 por ciento estaba más feliz y el 80 por ciento se encontraba menos cansado.
Otras mejoras estaban relacionadas con la imagen corporal y con el descenso de los niveles de estrés, ansiedad y depresión. Estos son datos significativos, considerando que los tratamientos del cáncer de mama provocan en estas pacientes dolor, inmovilidad, cansancio y depresión.
Speed-Andrews tiene previsto realizar, cuando se reinicien las clases de yoga en septiembre, un examen sobre cómo el yoga afecta a la movilidad articular de estas mujeres, a su fuerza y al equilibrio. Para la investigadora, podría beneficiar también a mujeres con un cáncer avanzado.
Fuente: Europa Press
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