Los niveles bajos o la carencia de vitamina D no sólo se asocian con un aumento del riesgo de osteoporosis y enfermedad cardiovascular, sino que además existe evidencia científica suficiente para relacionarlos con la aparición de diversos tipos de cáncer, como mama, colon y próstata y, en menor medida, pulmón y ovario. Pero además del mayor riesgo, también se produce un aumento de la agresividad del tumor cuando los niveles de esta vitamina están disminuidos, según se ha puesto de manifiesto en la reunión "Vitamina D y cáncer" celebrada en la Fundación Ramón Areces en Madrid.
Existe discusión sobre qué niveles son los adecuados de vitamina D para una salud óptima. Para una adecuada salud ósea se consideran suficientes 20 ng/ml de esta vitamina, pero parece que para la prevención de otras patologías el nivel debería establecerse en los 30 ng/ml.
El principal aporte de vitamina D proviene de la radiación solar (90%), y solo un 10% de la dieta principalmente a través de la ingesta de lácteos, pescado azul, setas secadas al sol o aceite de hígado de bacalao. Por ello una exposición diaria durante los meses de verano de 10-15 minutos al sol con una adecuada protección en el resto de la piel sería suficientes. Sin embargo, la carencia de vitamina D en la población española es el déficit nutricional más frecuente, que nos equipara con otras zonas del planeta donde la radiación ultravioleta es menor, especialmente en el embarazo y ante la obesidad, por lo que se hace necesario suplementar la alimentación aumentando el consumo de alimentos con esta vitamina o en forma de suplementos dietéticos.
Además de la prevención y de la disminución de la agresividad tumoral, la vitamina D se está ensayando con éxito como tratamiento frente a algunos tumores en combinación con fármacos antitumorales, aunque empleando dosis elevadas que debe hacerse con control médico ya que podrían aparecer efectos tóxicos.
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