Los adultos mayores que consumen una gran cantidad de vitamina E a través de la comida tendrían menos riesgo de desarrollar demencia que el resto, de acuerdo a un nuevo estudio.
Un equipo halló que, entre 5.400 adultos en Holanda mayores de 55 años, el tercio que más vitamina E consumía mediante los alimentos era un 25 por ciento menos propenso a desarrollar demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer, en la siguiente década.
Los resultados, publicados en Archives of Neurology, no prueban que la vitamina E proteja al cerebro. Los autores siguieron a los participantes por más tiempo que en la mayoría de los estudios previos sobre antioxidantes y demencia.
Su conclusión respalda la idea de que la vitamina E de los alimentos estaría asociada con una reducción del riesgo de desarrollar la enfermedad.
En teoría, los antioxidantes como las vitaminas E y C y el betacaroteno protegerían de la demencia porque interferirían en el proceso de degeneración de las células cerebrales.
Los antioxidantes neutralizan las formas inestables del oxígeno llamadas especies reactivas, que pueden dañar las células de todo el cuerpo.
Estas aparecen naturalmente en el organismo porque se derivan del metabolismo. Dado que el cerebro es un área con gran actividad metabólica, es especialmente vulnerable a la acumulación del daño oxidativo en el tiempo.
El equipo de la doctora Monique Breteler, del Centro Médico Erasmus, en Rotterdam, usó datos de 5.395 adultos mayores de 55 años sin demencia al inicio del estudio. Todos respondieron sobre sus hábitos alimentarios, con los cuales se estimó su consumo de las vitaminas C y E y el betacaroteno.
Durante la siguiente década, 465 participantes fueron diagnosticados con demencia, de los cuales 365 sufrieron Alzheimer.
En el tercio de hombres y mujeres que más vitamina E ingerían, 120 desarrollaron demencia. En el tercio que menos vitamina consumía, se registraron 164 casos.
Tras considerar varios factores, como la edad, la educación, el peso y el consumo de alcohol y tabaco, el alto consumo de vitamina E se mantuvo asociado con un cuarto menos de riesgo de desarrollar demencia.
El tercio de los participantes que más vitamina E consumían ingerían alrededor de 18,5 miligramos (mg) por día, poco más de los 15 mg diarios recomendados.
El equipo no excluyó la posibilidad de que otros factores explicaran la relación entre el consumo de vitamina E y la demencia. Tampoco se sabe por qué la vitamina E, y no la vitamina C o el betacaroteno, estuvo asociada con una reducción de la aparición de la demencia.
Las fuentes de vitamina E incluyen el germen de trigo, los frutos secos como las almendras, los aceites vegetales como el de girasol, y algunos vegetales verdes, por ejemplo, la espinaca o el brócoli. En el estudio, las principales fuentes fueron los aceites vegetales, la margarina y la manteca.
Un equipo halló que, entre 5.400 adultos en Holanda mayores de 55 años, el tercio que más vitamina E consumía mediante los alimentos era un 25 por ciento menos propenso a desarrollar demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer, en la siguiente década.
Los resultados, publicados en Archives of Neurology, no prueban que la vitamina E proteja al cerebro. Los autores siguieron a los participantes por más tiempo que en la mayoría de los estudios previos sobre antioxidantes y demencia.
Su conclusión respalda la idea de que la vitamina E de los alimentos estaría asociada con una reducción del riesgo de desarrollar la enfermedad.
En teoría, los antioxidantes como las vitaminas E y C y el betacaroteno protegerían de la demencia porque interferirían en el proceso de degeneración de las células cerebrales.
Los antioxidantes neutralizan las formas inestables del oxígeno llamadas especies reactivas, que pueden dañar las células de todo el cuerpo.
Estas aparecen naturalmente en el organismo porque se derivan del metabolismo. Dado que el cerebro es un área con gran actividad metabólica, es especialmente vulnerable a la acumulación del daño oxidativo en el tiempo.
El equipo de la doctora Monique Breteler, del Centro Médico Erasmus, en Rotterdam, usó datos de 5.395 adultos mayores de 55 años sin demencia al inicio del estudio. Todos respondieron sobre sus hábitos alimentarios, con los cuales se estimó su consumo de las vitaminas C y E y el betacaroteno.
Durante la siguiente década, 465 participantes fueron diagnosticados con demencia, de los cuales 365 sufrieron Alzheimer.
En el tercio de hombres y mujeres que más vitamina E ingerían, 120 desarrollaron demencia. En el tercio que menos vitamina consumía, se registraron 164 casos.
Tras considerar varios factores, como la edad, la educación, el peso y el consumo de alcohol y tabaco, el alto consumo de vitamina E se mantuvo asociado con un cuarto menos de riesgo de desarrollar demencia.
El tercio de los participantes que más vitamina E consumían ingerían alrededor de 18,5 miligramos (mg) por día, poco más de los 15 mg diarios recomendados.
El equipo no excluyó la posibilidad de que otros factores explicaran la relación entre el consumo de vitamina E y la demencia. Tampoco se sabe por qué la vitamina E, y no la vitamina C o el betacaroteno, estuvo asociada con una reducción de la aparición de la demencia.
Las fuentes de vitamina E incluyen el germen de trigo, los frutos secos como las almendras, los aceites vegetales como el de girasol, y algunos vegetales verdes, por ejemplo, la espinaca o el brócoli. En el estudio, las principales fuentes fueron los aceites vegetales, la margarina y la manteca.
Fuente: http://www.vita-minas.info/
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