Nuestro organismo está expuesto constantemente a microorganismos (bacterias, virus, hongos y parásitos) que se encuentran en cualquier superficie de nuestro cuerpo, ya sea interna o externa, muchos de los cuales son capaces de originar enfermedades graves si invaden los tejidos más profundos. Además, estamos expuestos intermitentemente a otras bacterias y virus del ambiente (distintos de los que suelen encontrarse en nuestro organismo) que pueden causar enfermedades mortales como la neumonía, meningitis o gangrena gaseosa.
Afortunadamente, la naturaleza es sabia y nuestro organismo tiene un sistema especial para evitar estas situaciones y combatir los diferentes agentes infecciosos y tóxicos, el sistema inmune. Nuestro sistema inmunológico, o lo que es lo mismo, nuestras defensas, está formado por un conjunto de mecanismos mediante los cuales nuestro organismo es capaz de reconocer a elementos extraños (antígenos), fabricando frente a estos, sustancias (anticuerpos o respuesta humoral, mediada por inmunoglobulinas, citoquinas, complejo mayor de histocompatibilidad y sistema del complemento ) o células (células inmunocompetentes o respuesta celular, mediada por leucocitos o glóbulos blancos) que reaccionan con los primeros, manteniéndose así la integridad del organismo.
Pero cuando en nuestro sistema inmunológico se alteran tanto la respuesta celular como la humoral, nos hacemos más propensos a las infecciones, apareciendo catarros, otitis, neumonías, etc., lo que podría debilitar aún más nuestro sistema inmunológico, cerrándose un círculo vicioso que cuesta romper como es fácil ver en los niños (por inmadurez inmunológica) y personas mayores (por inmunosenescencia) que sufren constantemente procesos infecciosos de repetición. Y por supuesto, aumenta nuestra susceptibilidad entre otros muchos patógenos, frente al coronavirus SARS-CoV-2 y con un sistema inmune debilitado, hay más posibilidades de pasar un COVID-19 grave.
Por ello, sin descartar el empleo de los fármacos que nos puedan proponer nuestros médicos, es muy interesante fortalecer a nuestro sistema inmune, para que, en el caso de una infección, ésta transcurra de la forma más leve posible, sin poner en compromiso nuestra vida. En este sentido, poseemos numerosas opciones de tratamiento con el empleo de sustancias inmunoestimulantes que mejoran nuestra respuesta frente a las agresiones externas, campo donde las plantas medicinales y los suplementos dietéticos han demostrado una importante eficacia, no sólo por su efecto antiinfeccioso, sino por su capacidad de estimular a nuestro sistema inmunológico, para que éste combata la infección más eficazmente.
El sistema inmunológico está íntimamente relacionado con una buena alimentación tanto en cantidad como en calidad que nos aporte todos los nutrientes necesarios para un buen funcionamiento del organismo, pudiendo influir con la dieta en la respuesta inmune. Por ello es necesario que incluyamos en nuestra dieta todos los grupos de alimentos, en las proporciones adecuadas, para lo que es aconsejable consultar con un profesional si es necesario incluir vitaminas y suplementos dietarios, pues son ellos los que pueden determinarlo. Debe reducirse el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, grasas saturadas, azúcares y sal, tan abundantes cada día más en nuestras dietas, que debilitan nuestras defensas. Por el contario, también podemos ayudar a nuestro sistema inmune con alimentos con propiedades inmunoestimulantes como el ajo, los alimentos ricos en vitamina C y bioflavonoides (naranjas, limones, pomelos, …), el magnesio (frutos secos, legumbres, cereales y germinados) o el zinc (frutos secos y sésamo). La dieta, además, debe ser rica en antioxidantes.
Aunque son motivo de discusión científica sobre su utilidad, existen numerosos estudios que avalan la eficacia de ciertos suplementos sobre el sistema inmune que evitan en muchos casos los procesos infecciosos al estimular mecanismos de nuestras defensas tanto a nivel humoral como celular, y en los casos de que se produzca, que ésta sea menos intensa y se acorte el proceso de recuperación. Entre ellos, podemos destacar en el caso concreto del SARS-CoV-2:
Equinácea: Muy útil en el tratamiento de resfriados y gripes, entre otras propiedades. Los arabinogalactanos son los principios activos del efecto inmunoestimulante. Disminuye las citoquinas inflamatorias que juegan un papel en la progresión de la tormenta de citoquinas y el síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), factores responsables de las muertes por COVID-19, aunque los estudios no se han realizado in vivo frente al SARS-CoV-2. Solo un estudio reciente con un extracto de E. purpurea, ha demostrado el efecto virucida in vitro frente al coronavirus del resfriado común HCoV-229E, MERS-CoV, SARS-CoV-1 y SARS-CoV-2.
Lactoferrina o lactotransferrina: Tanto la lactoferrina como los péptidos derivados de ella poseen actividad antimicrobiana (antibacteriana, antiviral y antifúngica) y es considerada un componente de la inmunidad innata. Inhibe la entrada de los coronavirus en la célula actuando mediante diversos mecanismos, estimula la síntesis de interferón que inhibe la replicación del virus y limita el daño de los tejidos debidos a la cascada de citoquinas modulando su producción.
Reishi (Ganoderma lucidum): De sus componentes bioactivos, los betaglucanos son las moléculas más implicadas en la mejora de la respuesta inmune, ya que disminuyen la gravedad de los síntomas físicos de las infecciones del tracto respiratorio superior y acortan el número de días con síntomas cuando se administran durante el proceso infeccioso. Están presentes también en otras setas como el Shiitake (Lentinula edodes) y poseen efectos como inmunomodulador, disminuyendo la cascada de liberación de citoquinas proinflamatorias y como protector de las células del aparato respiratorio, por lo que se han postulado como un posible tratamiento eficaz frente a la infección por SARS-CoV-2. También estimulan la producción de citoquinas antivirales como TNF‐α, células NK y macrófagos y mejora la inmunidad entrenada. Otras setas medicinales que se han propuesto para el tratamiento de esta infección vírica son el Maitake (Grifola frondosa) y el Chaga (Inonotus Obliquus).
La actividad antiviral del propóleo se asocia con la presencia de compuestos fenólicos que bloquean o reducen la adsorción y entrada del virus en las células, por lo que se considera que puede ser más adecuado para la profilaxis, al igual que la miel. Actualmente, se está realizado un estudio en Brasil para evaluar el impacto del uso del extracto de propóleo verde brasileño (400 u 800 mg / día por vía oral o por sonda nasoenteral) sobre el tiempo de dependencia de la oxigenoterapia y el tiempo de hospitalización de los pacientes con COVID-19.
La vitamina C contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunológico y su deficiencia afecta más la inmunidad celular que la humoral. Existen estudios que concluyen que tiene poco efecto en la concentración de inmunoglobulinas, aunque otros muestran lo contrario. También se ha observado un crecimiento en la actividad bactericida y quimiotáctica de los neutrófilos. La vitamina C ejerce sus propiedades antivirales apoyando la actividad de los linfocitos, aumentando la producción de interferón-α, modulando las citoquinas, reduciendo la inflamación, mejorando la disfunción endotelial y restaurando la función mitocondrial. También hay sugerencias de que la vitamina C puede ser directamente virucida y los mejores efectos se han observado en la aplicación intravenosa. Además, es necesaria para formar colágeno, con lo que contribuye al mantenimiento de las barreras naturales contra las infecciones.
Los compuestos derivados del ajo (Allium sativum) tienen el potencial de disminuir la expresión de citoquinas proinflamatorias y revertir las anomalías inmunológicas a niveles más aceptables. El proceso de replicación viral se acelera con la principal proteasa estructural del SARS-CoV-2, que puede ser neutralizada con este alimento. Además protege del daño alveolar.
Glutamina: Es un precursor del glutatión, un poderoso antioxidante. Es quizás el aminoácido más importante en la nutrición inmunológica. Aumenta la actividad citotóxica de las células natural Killer y mantiene una adecuada proliferación y función de los linfocitos, células Killer y macrófagos. Además, posee efecto antiviral directo frente a diferentes virus como el del herpes.
Vitamina D: Mejora la barrera física contra los virus y estimula la producción de péptidos antimicrobianos. Puede prevenir las tormentas de citoquinas al disminuir la producción de citoquinas inflamatorias. Aunque existe discusión, parece que unos niveles bajos de esta vitamina se asocia con un mayor riesgo de COVID-19 y un peor pronóstico en el curso de la enfermedad. En general en las infecciones respiratorias, la deficiencia de vitamina D se asocia con un agravamiento de la inflamación pulmonar, lo que conduce al síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) con daño del epitelio respiratorio e hipoxia.
Melatonina: Posee efectos antiinflamatorios y antioxidantes y protege al pulmón de las lesiones agudas y del cuadro de dificultad respiratoria aguda propia del COVID-19. Es inmunorreguladora, reestableciendo las células inmunitarias durante la noche, hecho de vital importancia en pacientes añosos con inmunosenescencia. Juega un papel importante en las etapas de proliferación y maduración de las células asesinas naturales, linfocitos B y T, monocitos y granulocitos y mejora la presentación de antígenos, por lo que se están realizando numerosos estudios para valorar el efecto preventivo en pacientes de riesgo y como tratamiento en pacientes de UCI.
Zinc: Es importante para el desarrollo y mantenimiento de las células inmunes. La deficiencia produce una disminución tanto de la respuesta humoral como celular (sobre todo los linfocitos T) y a largo plazo aumenta la inflamación y sus biomarcadores. Una vez que penetra el SARS-CoV-2 en nuestras células, necesita para su replicación una enzima llamada ARN polimerasa dependiente del ARN, que puede ser inhibida por el zinc. Sin embargo, le es muy difícil entrar en la célula, por lo que necesita de un trasportador (ionóforo), entre los que destaca el galato de epigalocatequina del té verde y la quercetina de la cebolla. Darlo sin éstos, no parece tener demasiada efectividad en el curso de la COVID-19.
Quercetina: Posee propiedades como antioxidante, antiinflamatoria, antiviral e inmunoprotectora. Se ha estudiado en varios tipos y modelos de infección viral debido a sus prometedores efectos antivirales en la inhibición de polimerasas, proteasas, transcriptasa inversa, supresión de la ADN-girasa y unión de proteínas de la cápside viral.
La deficiencia de selenio puede ser un factor de riesgo de mortalidad por COVID-19. Aumenta ña activación, proliferación y diferenciación de células T CD4.
Probióticos: Existe una influencia clara del microbioma intestinal en la respuesta inmune a la infección por Covid-19 y deberían emplearse tanto en la profilaxis como complemento del tratamiento. Además, está demostrado el efecto antiinflamatorio y antiviral, que podría ser útil en la COVID-19. Las células dendríticas presentes en el intestino controlan los mecanismos de la tolerancia inmunológica, a la vez que son capaces de iniciar una respuesta inmunológica activa ante un patógeno invasor. Curiosamente son incapaces de desencadenar respuestas inmunitarias en condiciones de esterilidad total, y necesitan de la presencia de una microbiota con la que interactuar. Decir por último que los probióticos tienen efectos cepa-dependientes, es decir, no todos aportan los mismos beneficios; no todos sirven para todo y se necesitan más estudios en esta enfermedad, pero está claro que su aporte, previene y mejora el pronóstico de quienes padecen la infección por SARS-CoV-2.
Existen otros numerosos suplementos que podemos aconsejar a los pacientes que quieran prevenir o tratar un COVID-19, como la dimetilglicina, el hipérico, la consuelda menor, los ácidos grasos omega-3, las vitaminas del grupo B, la jalea real, etc. No es cuestión de tomar todo, sino de seleccionar en función de cada paciente, lo que con criterio puede ser mejor para él, por lo que como siempre, le recomiendo que se ponga en contacto con un profesional de la salud para poder ofrecerle el mejor tratamiento.
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