Cuando pensamos en un aumento de los niveles de ácido úrico,
suele venirnos a la cabeza el típico paciente gotoso con dolor intenso y agudo
y signos de inflamación en el dedo gordo del pie por depósito y precipitación
de cristales de urato monosódico en la articulación metatarsofalángica. Es lo
que denominamos artritis gotosa aguda que además de poder ocurrir en otras articulaciones
puede también generar distintos cuadros clínicos como la gota tofácea debida a
la precipitación de los cristales en piel y tejido celular subcutáneo, la litiasis
renal por cristales de ácido úrico y las nefropatías agudas o crónicas, siendo
éstas últimas las más graves y debidas a la precipitación intratubular e
intersticial de los cristales de urato monosódico o por otros mecanismos que
conducen a arteriolopatía aferente, glomeruloesclerosis e hipertensión
preglomerular. En definitiva, se trata de un fallo de la función renal que
podría ocasionar una insuficiencia renal con numerosas repercusiones.
Por todo ello, localizar tratamientos que sean capaces de reducir
los niveles de ácido úrico en sangre y proteger al riñón de la evolución hacia
una nefropatía, son una estrategia de numerosos equipos de investigación, y
así, científicos chinos han realizado un ensayo en el que los ratones a los que
se le provocó experimentalmente una hiperuricemia y daño renal normalizaron
ambos parámetros mediante el tratamiento con una planta medicinal de la que ya
se conocía su efecto diurético como es el ortosifón o té de Java (Ortosiphon
stamineus), capaz de cumplir los dos requisitos mencionados anteriormente.
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