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Esta
vitamina existe en dos formas, la vitamina D2 o ergocalciferol derivada del
ergosterol presente en plantas y hongos, pero con menor actividad biológica y
estabilidad y la vitamina D3 que se sintetiza en la piel humana a partir del
7-dehidrocolesterol cuando nos exponemos a la radiación ultravioleta B del sol.
La vitamina D3 también puede proceder de fuentes exógenas como el aceite de
pescado y de algunos líquenes. La vitamina D3 es transportada al hígado y
convertida en 25-hidroxivitamina-D3 o calcidiol que es la principal forma
circulante de vitamina D3 y finalmente se convierte a su forma activa,
1,25-dihidroxivitamina-D3 o calcitriol, en los riñones cuya función principal
es mantener los niveles normales de calcio y el desarrollo óseo mediante la
regulación del metabolismo del fosforo y del cálcico y mantener una adecuada
salud ósea. En los niños, la deficiencia de vitamina D causa raquitismo, una
enfermedad en la que los huesos se ablandan, debilitan, deforman y causan dolor.
En adolescentes y adultos, causa osteomalacia, un trastorno que causa dolores
en los huesos y debilidad muscular, a veces confundida con otras enfermedades
como la fibromialgia (que también se beneficia de los suplementos de vitamina
D). La deficiencia prolongada de vitamina D y/o calcio hace que los huesos se
vuelvan frágiles y se fracturen con más facilidad que es lo que se conoce como
osteoporosis. La deficiencia de vitamina D puede ocasionar debilidad y dolores
en los músculos.
Aunque
se estima que la exposición solar de 5-15 minutos/día en cara y brazos durante
la primavera, verano y otoño es capaz de mantener los depósitos de la vitamina
en niveles adecuados, la deficiencia de vitamina D se está convirtiendo en un
problema cada vez mayor en todo el mundo, siendo la hipovitaminosis D una
auténtica pandemia. En Europa, entre un 35-70% de la población muestra niveles
insuficientes de vitamina D. La latitud, la nubosidad, la contaminación de las
ciudades (smog), la edad avanzada y la piel de color oscuro reducen la cantidad
de vitamina D producida por la piel. La radiación ultravioleta del sol puede
causar cáncer de piel, de manera que es importante limitar el tiempo de
exposición o emplear protectores solares que limitan la producción de vitamina
D. Algunas personas tienen mayores dificultades que otras para obtener
suficiente vitamina D, como los lactantes amamantados, los adultos
especialmente mayores de 70 años, las personas que no se exponen al sol, el
empleo de protectores solares, la piel oscura, las personas con trastornos que
limitan la absorción de las grasas, como la enfermedad de Crohn, la enfermedad
celíaca o la colitis ulcerosa y las personas con obesidad o que han tenido una
cirugía de derivación gástrica, pero también quien tiene insuficiencia renal crónica,
enfermedad hepática, hipoparatiroidismo, ciertos fármacos (anticonvulsivantes,
glucocorticoides, antirretrovirales, antifúngicos y colestiramina), embarazo y
lactancia y enfermedades granulomatosas (sarcoidosis, tuberculosis o,
histoplasmosis).
En
la mayoría de las células de nuestro cuerpo se han encontrado receptores para
la vitamina D, lo que explica que participe en numerosos procesos patológicos y
fisiológicos. Además de su función en el metabolismo mineral óseo, su deficiencia
se ha relacionado relacionado con el cáncer (mama, próstata, colon, estómago y
piel), influir en una adecuada respuesta del sistema inmune (tanto en
enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple, diabetes tipo 1 o
enfermedad de Crohn, como para combatir bacterias, virus como ha quedado
patente en la anterior pandemia por COVID-19 y hongos ya que por ejemplo inhibe
in vitro la replicación de Mycobacterium tuberculosis), intervenir en la
función del sistema cardiovascular (enfermedad cardiovascular, hipertensión),
enfermedades oculares (miopía, degeneración macular relacionada con la edad,
síndrome del ojo seco), enfermedad renal crónica, sistema nervioso
(esquizofrenia, depresión. deterioro cognitivo), muscular y en el metabolismo
lípido y glucémico (diabetes tipo 2), obesidad, fertilidad, debilidad muscular,
disfunción neurocognitiva, etc,. Sin embargo, no siempre está claro si la
deficiencia de vitamina D es la causa o más bien una consecuencia de la
enfermedad y hasta qué punto estas enfermedades se beneficiarían de un aporte
de vitamina D, ya que existen estudios
contradictorios y no existe la evidencia suficiente para respaldar el uso
terapéutico y sistemático de suplementos de vitamina D para la prevención o el
tratamiento de muchas de estas enfermedades, por lo que aunque se recomiende su
uso, son necesarios más estudios que corroboren todas estas observaciones y
aclarar resultados contradictorios.
Aunque
no hay un consenso internacional sobre las necesidades de vitamina D, en
general se acepta que la cantidad adecuada estaría en las analíticas entre los
30 y los 100 nanogramos por mililitro y para ello, los datos señalan que una
mayoría de la población se beneficiaría de suplementos de vitamina D, que
podría estimarse en un mínimo de 800 UI de vitamina D, siendo 1000 UI diaria la
dosis óptima.
Son
muy pocos los alimentos que contienen esta vitamina en forma natural, como el
pescado azul, lácteos y huevos, por lo que en algunos países muchos alimentos
se suplementan con vitamina D como la leche, mantequilla o cereales.
Las
dos formas de vitamina D disponibles en suplementos son D2 (ergocalciferol) y
D3 (colecalciferol). Ambas aumentan la concentración de vitamina D en la sangre,
aunque la D3 la eleva de forma más rápida. La mayoría de los estudios que
demuestran la efectividad de la vitamina D en diferentes patologías se han realizado
con la vitamina D en forma de colecalciferol y en dosis que oscilan entre los
800-1000 UI al día, presente en la mayoría de los suplementos dietéticos y no
en forma de calcifediol, presente en medicamentos que se suelen recomendar 1 o
2 veces al mes por utilizar megadoisis de vitamina D. Si revisamos la
literatura científica sobre el efecto de la vitamina D en la salud ósea,
encontraremos que la suplementación con colecalciferol (con o sin calcio) puede
reducir el riesgo de fractura osteoporótica de manera estadísticamente
significativa y clínicamente relevante. Por el contrario, esta evidencia
científica no ha sido demostrada y publicada con la suplementación con
calcifediol (acompañado o no de calcio). Dosis superiores de 1.400 UI/día
durante un año, aumentan el riesgo de fractura y aumenta el riesgo de caídas,
hechos no observados con dosis de 800-1000 UI/día en tratamientos también a
largo plazo. También se ha observado en mujeres, que existe una curva en forma
de U entre la fragilidad y los niveles circulantes de 25OHD, siendo el rango
donde hay menos fragilidad aquel comprendido entre 20-29 ng/ml de 25-OH-D. Además,
casi todos los ensayos clínicos realizados para demostrar la eficacia y
seguridad de la mayoría de los fármacos antiosteoporóticos actualmente
disponibles se han llevado a cabo suplementando a los pacientes con
colecalciferol, no con calcifediol. Además, la administración de dosis altas de
vitamina D sobre todo cuando se administran de forma intermitente (cada 15 días
o cada mes) con un aumento en el riesgo de caídas y dosis altas anuales de
vitamina D como ocurre también con las administraciones intermitentes (>100.000UI)
se han asociado con aumento de caídas y fracturas en ancianos. Por tanto, la
mayoría de las sociedades científicas recomiendan 800-1.000 UI/día de vitamina
D en forma de colecalciferol para la prevención y/o corrección de la
deficiencia/insuficiencia de vitamina D y no se deberían emplear dosis mayores
administradas a largo plazo o en regímenes intermitentes.
Antes
de decidir una suplementación con vitamina D, es conveniente realizar un
análisis de sangre para valorar los niveles de esta vitamina en sangre, en
forma de 25-hidroxivitamina D (25-OH-vitamina D) e ir realizando un seguimiento
para comprobar que la dosis que estamos aportando es suficiente, ya que por lo
general cuando se tienen niveles muy bajos y hay que subirlos rápidamente, a
veces es necesario emplear dosis de hasta 4000 UI, volviendo a las 1000 UI al
día de mantenimiento.
Unas
concentraciones demasiado elevadas de vitamina D en la sangre (superiores a 150
ng/mL) pueden causar náuseas, vómitos, debilidad muscular, confusión, dolor,
pérdida del apetito, deshidratación, micción y sed excesivas y cálculos
renales. Dosis aún más altas pueden causar insuficiencia real, arritmias y
hasta la muerte.
Generalmente
no se recomienda la administración de calcifediol, calcitriol ni colecalciferol
durante el embarazo y la lactancia, y sólo estarían indicados si los beneficios
esperados superan los posibles riesgos para el feto, ya que una hipercalcemia
prolongada podría dar lugar a retraso físico y mental, estenosis aórtica
supravalvular y retinopatía.
Las
enzimas que sintetizan y metabolizan la vitamina D dependen del magnesio y estudios
recientes han encontrado que la ingesta de magnesio interactúa
significativamente con la vitamina D y un nivel óptimo de magnesio puede ser
importante para optimizar el estado de la vitamina, hecho importante ya que
algunos estudios estiman que el 79% de los adultos estadounidenses no alcanzan
la cantidad diaria recomendada de magnesio y nuestra alimentación cada vez se
aleja más de la dieta mediterránea rica en magnesio y se va asemejando más a la
dieta estadounidense.
El
papel sinérgico de la vitamina D y la microbiota intestinal en la regulación
del sistema inmunológico ha sido ampliamente descrito en la literatura. La
deficiencia de vitamina D y la disbiosis intestinal han demostrado una relación
directa en el desarrollo de numerosas enfermedades alérgicas e inmunomediadas.
De igual manera la microbiota se ha relacionado con la absorción del calcio y
la vitamina D con un importante efecto en el metabolismo óseo por lo que
también se habla de una eje intestino-hueso.
Es
controvertido el papel de la suplementación con calcio junto con vitamina D ya
que el aumento de la absorción de calcio puede provocar que éste se deposite en
las paredes arteriales calcificándolas y disminuyendo su elasticidad, lo que
aumentaría el riesgo de infarto y de accidentes cerebrovasculares según algunos
estudios siendo un tema que en la actualidad está en debate dentro de la
comunidad científica. Mientras no se aclare, mi posición como la de muchos
médicos es “calcio sí, pero con los alimentos”, ya que la absorción del calcio
dietético se produce de una manera más lenta y no provoca picos de
hipercalcemia cuando se consume así. En estas situaciones es fundamental
también aportar vitamina K2 o menaquinona junto a la vitamina D3, que es capaz
incluso de revertir las calcificaciones de las arterias además de tener un papel
directo sobre la osteoporosis, pues los estudios en los que se combinan siempre
mostraron un efecto positivo en la salud ósea tanto en mujeres con osteoporosis
primaria como posmenopáusica, así como en otras situaciones como en pacientes
que recibían tratamientos con corticoides.